Home Reflexion Semanal 4 años de Gobierno: lo bueno, lo malo y lo feo

4 años de Gobierno: lo bueno, lo malo y lo feo

4  años de Gobierno: lo bueno, lo malo y lo feo
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Llegamos a los cuatro años de gobierno de la coalición multicolor y puede ser un buen momento para analizar el periodo. ¿Cuáles han sido los puntos altos? ¿Qué errores se cometieron? ¿Cumplieron las promesas de campaña? ¿Afrontó adecuadamente los escándalos de corrupción que se generaron en sus entrañas? ¿Abusó del acomodo de acólitos y familiares? ¿Fue tan transparente como proclama? ¿Tiene rumbo este gobierno? ¿Tienen méritos para ser reelectos? ¿Han decepcionado a sus electores? ¿Hubo mejoras de gestión? ¿Fue muy improvisado?

Nunca más por Miguel Manzi
Es un lugar común decir que la gente no tiene memoria, o tiene memoria corta, o cosas por el estilo. “Los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”, “ni olvido ni perdón”, “nunca más”, son mantras que pretenden conjurar ese riesgo, con suerte variada. “Voces” nos invita a evocar, sin balde en la cabeza, lo que va de este gobierno; con el corolario consecuente de apoyar o rechazar la continuidad de sus gestores en las elecciones que se avecinan. Para orientarnos, “Voces” pregunta si fue un gobierno muy improvisado. ¡¡Por supuesto que lo fue!! Definitivamente en su primera mitad, que duele más: tuvo que improvisar desde el día 15 de su mandato, tras declarar la pandemia de covid en el país. Presupuestos, prioridades, recursos, planes, proyectos, programas, todo inútil, inservible, inaplicable. ¡A improvisar! En salud ni qué decir, pero en educación, en vivienda, en infraestructura, en ciencia y tecnología, en turismo, en industria y comercio, ¡en economía!, ¡¡en asistencia social!! Cuesta imaginar el terremoto que le cayó encima a este gobierno apenas empezaba. Cuesta imaginar el peso de los muertos que se sumaban a diario en la conciencia de los que tenían que tomar decisiones. La pregunta, entonces, no es si fue un gobierno improvisado, sino si improvisó bien o mal. La pregunta es si este equipo (qué duda cabe que dirigido por el presidente de la República) “arrugó” en la adversidad, perdió la cabeza, disparó para cualquier lado, jugó para la tribuna, cobró al grito, desafinó; o si, por el contrario, estuvo a la altura de la catástrofe planetaria, y mantuvo al país y a los uruguayos en la punta de la tabla. Para contestarnos, mirábamos cada día las conferencias de prensa de la Torre Ejecutiva; y cada día nos felicitábamos -en la coincidencia o en la discrepancia- por la transparencia, la empatía y el aplomo que Lacalle Pou transmitía en sus apariciones. Hoy, con el diario del lunes en la mano, no hay dos respuestas posibles. ¿Y pasada la emergencia? Vino la sequía… pero hay más puestos de trabajo, más salarios, más educación, más hospitales, más Caifs, más asistencia social, más obras públicas, más seguridad (basta de relatos: también bajaron los hurtos, las rapiñas, y los homicidios). ¿Astesiano, Marset y Penadés? Les gano con Sendic, De León y Placeres, y me quedan en el banco Lorenzo, Bengoa y Pintado, la regasificadora, PLUNA y el avión ambulancia (lo de Cosse es patético -como lo de Arana y Muñoz en su momento: festejó que no fue presa. El fiscal dijo que no encontró hechos penalmente reprochables; en cambio, señaló que hubo “manejo dispendioso de los recursos públicos”. Festejen…). Digo: para mí que este gobierno salva con nota.

Cumplió con los malla oro y lamentable política exterior… por Oscar Mañán
Ciertamente, el mismo Presidente declaró apoyo a los malla oro, y tal meta fue cumplida fielmente desde el inicio del gobierno. Los que financiaron tales apoyos fueron los trabajadores que, según estimaciones del Instituto Cuesta Duarte, transfirieron más de 2000 millones de dólares al capital en cuatro años. Si bien la Ministra de Economía hacía hincapié en la recuperación del salario real de los últimos 2 cuatrimestres, los trabajadores asumieron una pérdida financiera en 13 cuatrimestres, mientras la economía recuperaba más del 10% los creadores de riqueza se llevan una tajada menor de la torta.
El déficit fiscal fue el demonio por excelencia de la campaña electoral, pero es menos malo cuando ocurre por inversiones públicas o gasto social que por otros gastos superfluos. El gobierno enfatizó el manejo prudente de la cuestión fiscal y no caer en “más impuestos”, aunque curiosamente desde marzo 2020 se bajó de 4 a 2 puntos el subsidio del IVA a las tarjetas de débito. Apuntó también a una corrección del gasto basado en la caída de la inversión y el gasto público e instrumentó un nuevo método de ajuste de los precios de los combustibles para acercarlo a la paridad de importación. Todas estas medidas tuvieron un impacto negativo en la economía en los primeros dos años, además de la pandemia que a menudo se subraya.
La Ministra hizo hincapié en la baja inflación del último año (5,1%) equiparándola a una “caída” de impuestos y el cumplimiento de las metas fiscales (resultado estructural, tope de gasto y de endeudamiento). La inflación se la tipifica popularmente como “impuesto” porque afecta a los sectores de ingresos fijos de la población. Pero la inflación tiene que ver con el funcionamiento estructural de la economía, el grado de monopolio en que operan las empresas para fijar precios, la demanda de la población y su poder de compra, algunos precios importantes para la economía y alternativas a la realización del consumo. Más que la pericia del gobierno en su política monetaria la explica más el atraso cambiario, los bajos salarios, la clase media que eligió consumir del otro lado del río y los bajos controles a la entrada de contrabando. Las metas fiscales guardan una trampa que es la ampliación del tope de endeudamiento en más de 800 millones, de no ser así el resultado no estaría en los parámetros preestablecidos.
Los debes más destacados del gobierno: aspectos de la seguridad como los homicidios, la corrupción en oficinas cercanas a la presidencia, el tráfico de influencia en ministerios o abuso de funciones en alguna comisión internacional. No obstante, quizás la más flaca de las actuaciones gubernamentales es la política exterior, lejos de las mejores tradiciones del país. Si bien al inicio se identificaba una línea con el ex-canciller Talvi, su pronto retiro borró todo tipo de expectativas y terminó cayendo en la vergüenza. El affaire pasaportes y los esfuerzos por ocultar hechos más cohechos, dejó al país con una frágil imagen exterior. Por si fuera poco, se agravó con las votaciones u abstenciones en la ONU lejos de todo principio humanitario. Y, tampoco hay que olvidar, las sistemáticas incursiones en la política interna de terceros países. Se volvió al viejo sanguinetismo-lacallismo de las “familias ideológicas” como guía de la política exterior.

¿Evaluar o tomar posición? Por Isabel Viana

Las preguntas que fórmula VOCES implican la realización de una evaluación de gestión a uno de los actores de la misma, fuera de su contexto temporal y en medio de una dura campaña electoral ya comenzada. Implica una toma de posición política.
Creo que la evaluación de una gestión requiere el conocimiento compartido del estado de situación en los tiempos previos a la asunción del poder por los evaluados; el de las circunstancias de conformación los grupos que se presentaron a las elecciones nacionales; de las coaliciones se constituyeron y su funcionamiento; tener la posibilidad de conocer las propuestas electorales de ambos, coincidencias y diferencias; el conocimiento de los avances realizados en el cumplimiento de sus objetivos y los avatares circunstanciales que requirieron de gestión específica no previsible.
La realización de una evaluación descontextualizada se puede parecer mucho a una argumentación electoral, que convoque al apoyo a una de las dos coaliciones políticas que se opondrán en noviembre de 2024.
La relación entre las mismas se está dando en forma ríspida, con un alto nivel de agresión personal y deslealtad en el manejo de argumentos. La izquierda liderada por el Frente Amplio y el PIT–CNT se expresa en posturas críticas durísimas y personalizadas (Pereira), centradas en acusaciones generalizadas de corrupción y de errores de gestión puntuales. La extrema derecha – dentro de la coalición y por tanto co-responsable de la gestión – manifiesta objetivos propios (Manini, Domenech) y reacciona obstruyendo frecuentemente la acción de gobierno. En ese contexto el diálogo constructivo por un país mejor se vuelve extremadamente difícil (con frecuencia inexistente) y la falta de negociación constructiva resulta en un obstáculo severo para la gestión.
En el panorama político nacional citado, creo que el Gobierno tuvo planes de gestión difundidos antes de la confrontación electoral y ha intentado darles cumplimiento en la medida de lo posible. Creo que encaró con liderazgo notorio la epidemia de COVID y la sequía, ambos obstáculos imprevisibles, que implicaron llevar a cabo (con eficiencia) acciones no previstas. Surgieron en su interna situaciones diversas de corrupción, algunas extremas y su manejo no siempre fue el deseable o fue claramente indeseable. Creo que siguió las políticas instaladas en los 15 años previos de gobierno de la actual oposición, en materia de entrega del país a la inversión extranjera y a presiones de bloque, como en el caso de la guerra de Gaza.
Creo que el enfrentamiento político es hoy por la adquisición/conservación del poder y no por la construcción de un país mejor y que entre las fuerzas en pugna se perciben fuertes acentos de populismo, como en el plebiscito del BPS o el de los deudores hipotecarios.
El populismo es uno de los más terribles males de la vida política global contemporánea.

Cuatro tristes años por Leo Pintos
Como en toda evaluación de la gestión de un gobierno, siempre hay aspectos positivos y negativos. Lo que corresponde entonces es analizar cuánto de lo positivo o negativo es fruto de la acción del Presidente como jefe de gobierno, del equipo del que se rodeó y del contexto, sea este regional o mundial, puesto que a un gobierno también se le evalúa por la manera en que enfrenta las contingencias propias de este mundo.
Podemos empezar por los aspectos en el que el gobierno se merece un destaque. Y en ese sentido es de resaltar la fuerte inversión en infraestructura vial. Basta recorrer el país para apreciar las obras de construcción, reparación o ampliación de puentes y rutas, que sin dudas impactarán positivamente en la movilidad y la seguridad vial. Sin dudas la obra pública en cualquier gobierno tiene mucha importancia por su impacto dinamizador en la economía: inversión, puestos de trabajo, etc. En este sentido no caben dudas que el Ministro Falero ha sido una figura destacada de este gobierno.
Y hasta aquí el repaso de lo positivo. Desde ahora solo son críticas.
Decíamos que a los gobiernos se les evalúa también por cómo aprovechan o enfrentan los contextos favorables o desfavorables que se presentan. Sean estos de origen geopolítico, sanitario, climático o de cualquier otro orden. En el contexto de la emergencia mundial por la pandemia más grave de los últimos tiempos, el canciller, líder del partido socio más importante de la coalición de gobierno, decidió irse para su casa sin más explicación. Y tras cartón, su sucesor, hombre de confianza del Presidente, debió renunciar envuelto en uno de los mayores escándalos de corrupción de los últimos tiempos.
Si vamos a lo más cotidiano, a lo que al ciudadano medio le concierne, las cosas no parecen ser positivas. En cuanto a las políticas de salario y empleo, tres años de caída del salario real no se compensan por una recuperación al final del período. Destacar la baja de la informalidad laboral a la vez que se sigue extendiendo el programa Jornales Solidarios es poco serio. Lo que correspondía era capacitar o reconvertir a estos trabajadores para que pudieran volver al mercado de trabajo en mejores condiciones.
En lo que concierne a la seguridad pública, no solo que no hubo mejoras, sino que se ha agravado la violencia. Seguimos viendo como la convivencia se degrada día a día, y el impacto de la muerte de niños a manos de la delincuencia empieza a hacerse costumbre. Una más. Algo que es particularmente grave en este gobierno, pues la coalición de derecha basó su campaña en el combate a la delincuencia, y no solo no ha sido capaz de solucionar el problema, sino que hemos visto como a lo largo del período han caído decenas de jefes de policía envueltos en escándalos de corrupción de todo tipo. Además, no son pocas las denuncias de maquillaje de cifras de delitos. Denuncias que hoy están en la órbita judicial.
Este gobierno no manejó bien la crisis del covid. Renunció tempranamente a las mejores vacunas y debió salir a la desesperada a buscarlas cuando la epidemia comenzó a hacer sus efectos. Este gobierno no manejó bien la crisis hídrica. No tomó medidas tempranas para bajar el consumo sino hasta último momento, cuando las reservas ya eran mínimas. Y la solución que plantea a futuro con el Plan Neptuno aparece como muy oneroso y tiene fuertes cuestionamientos de parte de la academia por sus impactos ambientales y por sus debilidades técnicas.
Este gobierno no tuvo rumbo en política internacional. Para empezar porque nunca tuvo un ministro capaz de desarrollar la política exterior. Se anunció con bombos y platillos un TLC con China, que no solo naufragó, sino que además era inconveniente desde lo geopolítico.
He querido dejar para el final la figura del propio Presidente de la República. Alguien que ha demostrado no estar a la altura de la investidura. Y esa incapacidad deviene de debilidades propias de su personalidad, así como del equipo que eligió para rodearse. Tanto es así que lo hemos visto patinar varias veces en ruedas de prensa, a pesar de contar siempre con un séquito de periodistas que solo se limitan a sostener los micrófonos.
En resumen: llevamos cuatro larguísimos años de gobierno de este rejunte de partidos unidos por el resentimiento. Hemos visto caer ministros entre escándalos de corrupción. Hemos visto como a pesar de la casi inexistencia del periodismo de investigación, han salido a la luz decenas de actos de clientelismo político. Hemos visto como cincuenta mil viviendas prometidas eran una forma de decir, excepto algunas decenas que tenían nombre y apellido. Hemos visto azorados como decenas de militantes del principal partido de gobierno eran puestos en la Comisión Técnica de Salto Grande. Y vemos más estupefactos aún, cómo el impulsor de ese acto de corrupción nuevamente es candidato y cuenta con el apoyo del principal candidato oficialista. Hemos visto como el jefe de la seguridad, ese al que el Presidente dejaba en sus manos a la familia, había montado una organización delictiva en Torre Ejecutiva. Sí, aunque hubiese estado preso por estafa, para el Presidente era un funcionario intachable. Hemos visto como se organizaron reuniones al más alto nivel para ocultar la entrega de un pasaporte salvador al mayor narco uruguayo que estaba preso en un lejano país. Y así hemos visto como cayó el principal asesor del Presidente, dos ministros y dos subsecretarios. Hemos visto al Presidente y al Ministro del Interior utilizar la institucionalidad para defender a un abusador de menores. Son demasiadas cosas las que demuestran que este ha sido un pésimo gobierno. Perdón por lo extenso, pero la alternativa era entregar a la dirección de Voces una página en blanco empapada en lágrimas.

Cuatro años por Cristina De Armas

Resisto archivo cuando digo que este es un gobierno blanco.
Si, volvió el bipartidismo, son dos coaliciones, pero a la derecha le llevará su tiempo y necesidad adaptarse.
Las idas y vueltas y los empujones entre los miembros de la coalición multicolor han llenado más páginas periodísticas que los desencuentros con la izquierda y no ha sido estrategia de ser gobierno y oposición al mismo tiempo.
Entiendo que un lector esté esperando que hable de cómo se salió de la pandemia que se llevó más de siete mil uruguayos, se sorteó el coletazo de una guerra y se superó una sequía que nos dejó sin agua potable y nos quemó los calefones; que nuestra inflación está controlada y el país en recuperación. También entiendo que otro lector espera que hable de Katoen Natie, Neptuno, Salto Grande y el apoyo a correligionarios y amigos, tanto en temas judiciales como de corrupción.
Imposible no recordar a Ernesto Talvi cuando en plena campaña de 2019 dijo: viendo lo que se viene hasta prefiero que gane el FA. Pocos lo entendieron.
Pero ganó la coalición multicolor, con poco margen aún con los esfuerzos de la izquierda por perder. Ganó con el apoyo del campo, un campo cansado, abatido que decía: el campo está cansado de pagar por las políticas sociales de la capital.
Allí, en el interior del país la coalición de derecha tiene sus votos, pero no cumplió con sus compromisos asumidos y para sorpresa de muchos lo primero que hizo fue fortalecer el Mides, poner al frente en cuanto pudo a alguien con mentalidad política e ir por el voto pobre, esa pecera dónde pesca desde siempre la izquierda. En Montevideo había logrado el voto del ciudadano cansado de la idea que quince años de gobierno frenteamplista impuso en la mente de las clases sociales más bajas: vos tenés y me tenés que dar.

En 2019 la izquierda decía: perdemos ésta y después gobernamos treinta años. Hace ya un par de años en que hay consenso en el ambiente político sobre que ganará la izquierda, los acuerdos de los líderes blancos con el candidato frenteamplista favorito así lo anuncian. Sin embargo; éste ya no es el Uruguay de 2019, es evidente el deterioro del entramado social y lo permeable que se ha hecho al narcotráfico en todos sus niveles. A nivel internacional perdimos competitividad y no sabemos qué pasará con Argentina.
Aún tenemos por delante un año de gobierno blanco, es de desear que recuerden que se está rearmando el bipartidismo, que es sana para la Democracia la alternancia y que son parte de una coalición.

Queda apenas un año Por Rodrigo da Oliveira

Al momento de escribir esto, 27 de marzo, queda un año calendario, en realidad le quedan ocho meses de gobierno, a la actual administración.
En ese lapso deberá mostrar mejoras económicas, que las cifras de seguridad pasen a posibles y, sobre todo, que no le explote nada más en materia de confianza pública. De la mano de todo ello, que la campaña del FA siga dando palos de ciego, sin lograr agendar nada fuerte o de peso, en todos esos puntos. Claramente, el último podría parecer el más relevante, de surgir algo más.
En la práctica, nada les restará a los coaligados republicanos. La corrupción o su lado ético, las desprolijidades administrativas, no pesan hoy en el balance electoral general.
A unos ni a otros, tampoco a los «dispendiosos», de ayer y hoy, de uno u otro lado. De ser así, Cosse no podría siquiera figurar en la grilla y ahí está, instalada.
Volviendo a la coalición gobernante, parece mostrar un balance general exhibible, sin excesos pero que le permitiría solicitar cinco años más en el Ejecutivo.
Las zozobras de Astesiano, Marset, las viviendas de Cabildo y las raterías menores de menores integrantes, no han movido la nave. Así parece surgir de los números globales de intención de voto. Sigue pesando más la impronta personal de los precandidatos que los proyectos de los respectivos partidos, ello abarca a todo el espectro.
Cada cual juega sus cartas a la convocatoria de su líder, más que a programas de gobierno que pocos leen y ninguno exige cumplimiento, posteriormente.
Ello, aunado a la posibilidad de un eventual puestito en la esfera pública, hacen que el análisis electoral sea mínimo o inexistente, excepto para aquellos enamorados de la cuestión política.
No se recuerda bien cuáles fueron las promesas de hace cinco años, diez, quince o veinte.
Cierto es también que variables de peso hubo, en cuanto a trabas en el desarrollo de algunas políticas: pandemia, sequía, etc.
Los grandes números, asimismo, dieron dentro de lo esperable.
¿Alguien se acuerda de la sequía, la provisión de aguas y los recaudos para evitar un susto similar? Como eso, todo.
Sí se ha hecho y mucho en materia vial, de infraestructura en salud, en instalar la reforma jubilatoria y educativa. Luego veremos sus resultados, pero se hincó el diente en estas últimas, dos áreas de urgente resolución y que no tuvieron el encare necesario previo.
El tema seguridad es el gran debe del gobierno saliente, con resultados pésimos, iguales a los criticados a las anteriores gestiones en la materia.
Que el candidato delfín, Álvaro Delgado, hable de que será la gran meta de un eventual gobierno suyo, no parece ser la mejor estrategia de campaña, pero eso lo sabrá mejor que yo.
Lo peor de todo esto es que podemos cambiar los actores y mantener las críticas, a unos y otros, indistintamente.
Quedan meses, apenas. ¿Para más de lo mismo? Se los comento en octubre, en las horas previas, por lo pronto nos espera una campaña chata, sin ideas ni ideales.

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